
El cuidado de
"agradar al se�or"
Audiencia General 7 de
julio de 1982
1. En el encuentro del
cap�tulo anterior tratamos de ahondar en la argumentaci�n que emplea
San Pablo en la primera Carta a los Corintios para convencer a sus
destinatarios de que quien elige el matrimonio hace �bien�, y el que
elige la virginidad (es decir, la continencia seg�n el esp�ritu del
consejo evang�lico) hace �mejor� (1Cor 7, 32). Prosiguiendo hoy esta
meditaci�n, recordemos que seg�n San Pablo �el celibe se cuida... de
c�mo agradar al Se�or� (1Cor 7, 32).
�Agradar al Se�or� tiene por trasfondo el amor. Este trasfondo se ve
claro a trav�s de una ulterior confrontaci�n: quien no est� casado
se cuida de agradar a Dios, mientras que el hombre casado debe
procurar tambi�n contentar a la mujer. En cierto sentido aparece
aqu� el car�cter nupcial de la �continencia por el reino de Dios�.
El hombre procura agradar siempre a la persona amada El �agradar a
Dios� no carece por tanto de este car�cter que distingue la relaci�n
interpersonal entre los esposos. Por una parte, es un esfuerzo del
hombre que tiende a Dios y procura complacerle, o sea, expresar
pr�cticamente el amor; por otra, a esta aspiraci�n corresponde el
agrado de Dios, que acoge los esfuerzos del hombre y corona su obra
d�ndole una gracia nueva: de hecho desde el principio esta
aspiraci�n ha sido don de Dios. �Cuidarse de agradar a Dios� es,
pues, una aportaci�n del hombre al di�logo continuo de salvaci�n
entablado por Dios, evidentemente todo cristiano que vive de fe toma
parte en este di�logo.
2. Pero Pablo observa que el hombre ligado con v�nculo matrimonial �est�
dividido� (1Cor 7, 34) a causa de sus deberes familiares (cf. 1Cor
7, 34). Por con siguiente, de esta constataci�n parece desprenderse
que la persona no casada deber�a caracterizarse por una integraci�n
interior una unificaci�n, que le permitan dedicarse enteramente al
servicio del reino de Dios en todas sus dimensiones. Esta actitud
presupone la abstenci�n del matrimonio exclusivamente �por el reino
de Dios�, y una vida dedicada s�lo a este fin. Y, sin embargo,
tambi�n puede entrar furtivamente �la divisi�n� en la vida de una
persona no casada, que al verse privada de la vida matrimonial por
una parte y, por otra, de una meta clara por la que renunciar a esta,
podr�a encontrarse ante un cierto vac�o.
5. El Ap�stol parece conocer bien todo esto y se apresura a
puntualizar que no quiere �tender un lazo� a quien aconseja no
casarse, sino que lo hace para encaminarlo a lo que es digno y lo
mantiene unido al Se�or sin distracciones (cf. 1Cor 7, 35). Estas
palabras traen a la memoria lo que dijo Cristo a los Ap�stoles en la
�ltima Cena, seg�n el Evangelio de Lucas: �Vosotros sois los que
hab�is permanecido conmigo en mis pruebas (literalmente �en las
tentaciones�); y yo dispongo del reino en favor vuestro, como mi
Padre ha dispuesto de �l en favor m�o� (Lc 22, 28-29). El no casado
�estando unido al Se�or� puede tener certeza de que sus dificultades
ser�n comprendidas: �No es nuestro Pont�fice tal que no pueda
compadecerse de nuestras flaquezas, antes fue tentado en todo a
semejanza nuestra, fuera del pecado� (Heb 4, 15). Esto permite a la
persona no casada englobar sus eventuales problemas personales en la
gran corriente de los sufrimientos de Cristo y de su Cuerpo, que es
la Iglesia, en vez de sumergirse exclusivamente en ellos.
4. El Ap�stol ense�a como se puede estar unido al Se�or: esto se
llega alcanzar aspirando a permanecer con El de continuo, a gozar de
su presencia (eup�redron), sin dejarse distraer por las cosas que no
son esenciales (aperisp�stos) (cf. 1Cor 7, 35).
Pablo puntualiza este pensamiento con mayor claridad todav�a cuando
habla de la situaci�n de la mujer casada y de la que ha optado por
la virginidad o ya no tiene marido. Mientras la mujer casada debe
cuidarse de �c�mo agradar a su marido�, la que no est� casada �s�lo
tiene que preocuparse de las cosas del Se�or, de ser santa en cuerpo
y en esp�ritu� (1Cor 7, 34).
5. Para captar adecuadamente toda la profundidad del pensamiento de
Pablo hay que hacer notar que la �santidad� es un estado m�s bien
que una acci�n, seg�n la concepci�n b�blica; y tiene ante todo
car�cter ontol�gico y luego tambi�n moral. Especialmente en el
Antiguo Testamento es una �separaci�n� de lo que no est� sujeto a la
influencia de Dios, lo que es �profanum� a fin de pertenecer
exclusivamente a Dios. La �santidad en el cuerpo y en el esp�ritu�
significa tambi�n, por tanto, la sacralidad de la virginidad o
celibato aceptados por el �reino de Dios�. Y, al mismo tiempo, lo
que est� ofrecido a Dios debe distinguirse por la pureza moral y,
por tanto, presupone un comportamiento �sin mancha ni arruga�, �santo
e inmaculado� seg�n el modelo virginal de la Iglesia que est� ante
Cristo (Ef 5, 27).
El Ap�stol, en este cap�tulo de la Carta a los Corintios, trata de
los problemas del matrimonio y del celibato o virginidad de modo
sumamente humano y realista, teniendo en cuenta la mentalidad de sus
destinatarios. En una cierta medida la argumentaci�n de Pablo es ad
hominem. El mundo nuevo, el nuevo orden de valores que anuncia, en
el ambiente de sus destinatarios de Corinto va a encontrarse con
otro �mundo� otra jerarqu�a de valores distinta de aquella a la que
llegaron por primera vez las palabras pronunciadas por Cristo.
6. Si con su doctrina sobre el matrimonio y la continencia Pablo
hace referencia tambi�n a la caducidad del mundo y de la vida humana
en el, lo hace sin duda aplic�ndolo a un ambiente que en cierta
manera estaba orientado de modo program�tico al �uso del mundo�.
Bajo este punto de vista es muy significativo su llamamiento a los
que �disfrutan del mundo� para que lo hagan �como si no disfrutaran
plenamente� (1Cor 7, 3�). Del contexto inmediato se desprende que
incluso el matrimonio estaba concebido en este ambiente como una
manera de �disfrutar del mundo�, al contrario de c�mo hab�a sido en
toda la tradici�n israelita (no obstante algunas descentralizaciones
que se�al� Jes�s en la conversaci�n con los fariseos y tambi�n en el
serm�n de la monta�a). No hay duda de que todo explica el estilo de
la respuesta de Pablo. El Ap�stol se daba perfecta cuenta de que al
estimular a la abstenci�n del matrimonio, al mismo tiempo deb�a
exponer un modo de entender el matrimonio que estuviera conforme con
toda la jerarqu�a evang�lica de valores. Y hab�a de hacerlo con
realismo m�ximo, es decir, teniendo ante los ojos el ambiente a que
se dirig�a y las ideas y modos de valorar las cosas que dominaban en
�l.
7. Ante hombres que viv�an en un ambiente donde el matrimonio sobre
todo era considerado uno de los modos de �usar del mundo�, Pablo se
pronuncia con palabras significativas sobre la virginidad y el
celibato (como ya hemos visto) y tambi�n sobre el mismo matrimonio:
�A los no casados y a las viudas les digo que les es mejor
permanecer como yo. Pero si no pueden guardar continencia, c�sense,
que mejor es casarse que abrasarse� (1Cor 7, 8-8). Igual idea casi
hab�a expresado ya Pablo anteriormente: �Comenzando a tratar de lo
que me hab�is escrito, bueno es al hombre no tocar mujer; mas por
evitar la fornicaci�n, tenga cada uno su mujer, y cada una tenga su
marido� (1Cor 7, 1-2).
8. �Acaso en la primera Carta a los Corintios considera el Ap�stol
el matrimonio exclusivamente desde el punto de vista de un �remedium
concupiscenti�, como se sol�a decir en el lenguaje teol�gico
tradicional? Las citas hechas podr�an dar la impresi�n de
atestiguarlo. En proximidad inmediata a las formulaciones
precedentes, leamos una frase que nos lleva a enfocar de manera
diferente el conjunto de ense�anzas de San Pablo contenidas en el
cap�tulo 7 de la primera Carta a los Corintios: �Quisiera yo que
todos los hombres fuesen como yo (repite su argumento preferido en
favor de la abstenci�n del matrimonio); pero cada uno tiene de Dios
su propia gracia: �ste, una; aqu�l, otra� (1Cor 7, 7). Por lo tanto,
incluso los que optan por el matrimonio y viven en el, reciben de
Dios un �don�, �su don�, es decir, la gracia propia de esta opci�n,
de este modo de vivir, de dicho estado. El don que reciben las
personas que viven en el matrimonio es distinto del que reciben las
personas que viven en virginidad y han elegido la continencia por el
reino de Dios no obstante, es verdadero �don de Dios�, don �propio�,
destinado a personas concretas, y �espec�fico�, o sea, adecuado a su
vocaci�n de vida.
9. As�, pues, se puede decir que mientras en la caracterizaci�n del
matrimonio en su parte �humana� (o m�s a�n quiz�, en la situaci�n
local que dominaba en Corinto�, el Ap�stol pone muy de relieve la
motivaci�n que ten�a en cuenta la concupiscencia de la carne; y a la
vez con no menor fuerza persuasiva, destaca su car�cter sacramental
y �carism�tico�. Con la misma claridad con que ve la situaci�n del
hombre respecto de la concupiscencia de la carne, ve tambi�n la
situaci�n de la gracia de cada hombre, en quien vive en el
matrimonio e igualmente en el que ha elegido voluntariamente la
continencia, teniendo presente que �pasa la apariencia de ese mundo�.
Esta p�gina es obra
de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jes�s y Mar�a.
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