Melit�n de Sardes
Obispo de Sardes, +180
Fiesta: 1 de abril
Etim: Melit�n, griego: "Dulce como la miel"

De sus escritos:
El Cordero inmaculado nos sac� de la muerte a la vida

Alabanza de Cristo


Obispo de Sardes (Lidia), en Asia Menor (Turqu�a). Considerado uno de los padres apologistas. 
Seg�n Tertuliano, fue un profeta muy estimado por los fieles.

Estableci� el primer canon cristiano del Antiguo Testamento siguiendo el canon aceptado en ese tiempo por los jud�os: contiene solo los libros protocan�nicos y el Libro de Ester.

Present� paralelos elaborados entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.

Posiblemente Melit�n cre�a en el reino milenario de Cristo en la Tierra.

En una carta de Pol�crates de �feso al Papa V�ctor cerca del a�o 194, mencionada por Eusebio de Cesaria (H. E. 5.24) dice que "Melit�n el eunuco" fue enterrado en Sardis.

OBRAS
Del santo obispo de Sardes solo se conoc�an breves citas de sus escritos, que estaba lleno del Esp�ritu Santo y que era c�libe. Pero en el a�o 1940 se descubrieron su Homil�a sobre la Pascua y la Apolog�a (c. 170) dirigida al emperador Marco Aurelio, concerniente a la relaci�n entre Iglesia y Estado.   

Temas principales de sus escritos: cristolog�a y soteriol�gica; Declara la divinidad y pre-existencia de Cristo como tambi�n su encarnaci�n y el car�cter sacrificial de su muerte; las consecuencias del pecado y el triunfo de Cristo Resucitado; El car�cter de la Iglesia: conjunto de los que viven la vida nueva de Cristo; Las figuras del Antiguo Testamento, especialmente sobre el Cordero.

Homil�a pascual, 71-73; SC 123, pag. 101

�Herido por el endurecimiento de su coraz�n.� (cf Mc 8,17)

El es el cordero sin voz, el cordero degollado, nacido de Mar�a, la cordera graciosa. El ha sido sacado del reba�o y llevado a la muerte...
Fue asesinado. �D�nde? En el coraz�n de Jerusal�n. �Por qu�? Porque hab�a curado a los cojos, purificado a los leprosos, iluminado a los ciegos y resucitado a los muertos. (Lc 7,22) Por esto ha padecido. En la Ley y en los profetas leemos: �Me devuelven mal por bien. Me acusan cuando busco el bien. Han tramado maquinaciones contra m�: Destruyamos al justo, porque nos resulta odioso.� (cf Sal 37,21 y Jr 11,19)

�Por qu� has cometido un crimen que no tiene nombre? Has deshonrado al que te honra, has humillado al que te hab�a exaltado, has renegado del que te hab�a reconocido, has rechazado al que te hab�a llamado, has asesinado al que te hab�a dado la vida... Era necesario que �l sufriera, pero no por tu causa. Era necesario que fuera humillado, pero no por ti. Era necesario que fuera juzgado, pero no por ti. Era necesario que fuera crucificado, pero no por ti. �No has dirigido esta oraci�n a Dios?: �Maestro, si hace falta que tu Hijo sufra, ser� por tu voluntad, no por la m�a!�


Sobre la Pascua
(N�ms. 65-71: SC 123, 95-101):

Muchas predicciones nos dejaron los profetas en torno al misterio de Pascua, que es Cristo; a �l la gloria por los siglos de los siglos.
Am�n.

El vino desde los cielos a la tierra a causa de los sufrimientos humanos; se revisti� de la naturaleza humana en el vientre virginal y apareci� como hombre; hizo suyas las pasiones y sufrimientos humanos con su cuerpo, sujeto al dolor, y destruy� las pasiones de la carne, de modo que quien por su esp�ritu no pod�a morir acab�
con la muerte homicida.

Se vio arrastrado como un cordero y degollado como una oveja, y as� nos redimi� de idolatrar al mundo, el que en otro tiempo libr� a los israelitas de Egipto, y nos salva de la esclavitud diab�lica, como en otro tiempo a Israel de la mano del Fara�n; y marc� nuestras almas con su propio Esp�ritu, y los miembros de nuestro cuerpo con su sangre.

�ste es el que cubri� a la muerte de confusi�n y dej� sumido al demonio en el llanto, como Mois�s al Fara�n. Este es el que derrot� a la iniquidad y a la injusticia, como Mois�s castig� a Egipto con la esterilidad.
�ste es el que nos sac� de la servidumbre a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de las tinieblas al recinto eterno, e hizo de nosotros un sacerdocio nuevo y un pueblo elegido y eterno. �l es la Pascua nuestra salvaci�n.

�ste es el que tuvo que sufrir mucho y en muchas ocasiones: el mismo que fue asesinado en Abel y atado de manos en Isaac, el mismo que peregrin� en Jacob y vendido en Jos�, expuesto en Mois�s y sacrificado en el madero, perseguido en David y deshonrado en los profetas. �ste es el que se encarn� en la Virgen, fue colgado madero y fue sepultado en tierra, y el que, resucitado de entre los muertos, subi� al cielo.
�ste es el cordero que enmudec�a y que fue inmolado; el mismo que naci� de Mar�a, la hermosa cordera; el mismo que fue arrebatado del reba�o, empujado a la muerte, inmolado al atardecer y sepultado por la noche; aquel que no fue quebrantado en el le�o, ni se descompuso en tierra; el mismo que resucit� de entre los muertos e hizo que el hombre surgiera desde lo m�s hondo del sepulcro.


I La novedad del Verbo hecho hombre.

Antigua era la ley, pero nuevo el Verbo;
temporal era la figura, pero eterno el don;
corruptible la oveja, pero el Se�or incorruptible:
es inmolado como cordero, pero resucita como Dios.
Porque, "como una oveja fue llevado al matadero" (Is 53, 7),
pero no era una oveja;
como un cordero sin voz,
mas no era cordero.
Lo que era figura pas�, mas la realidad est� presente.
En vez del cordero, se hizo presente Dios;
en vez de la oveja, un hombre,
y en este hombre, Cristo, el que contiene todas las cosas.
As� pues, el sacrificio de la oveja,
y la solemnidad de la Pascua,
y la letra de la ley,
han cedido su lugar a Cristo Jes�s,
por causa del cual todo suced�a en la ley antigua,
y mucho m�s en la nueva disposici�n.
Porque la ley se ha convertido en Verbo...
el mandamiento en don,
la figura en realidad,
el cordero en Hijo,
la oveja en hombre,
y el hombre en Dios.
Pues el que hab�a nacido como Hijo.
y hab�a sido conducido como cordero,
y sacrificado como oveja,
y sepultado como hombre,
resucit� de entre los muertos como Dios,
pues era por naturaleza a la vez Dios y hombre.
�l es todas las cosas:
en cuanto juzga, es ley;
en cuanto ense�a, Verbo;
en cuanto engendra, Padre;
en cuanto sepultado, hombre;
en cuanto resucita, Dios.
en cuanto es engendrado, Hijo;
en cuanto padece, oveja;
�ste es Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos. Am�n (1)


II. La vieja y la nueva Pascua

Voy a explicar detalladamente las palabras de la Escritura (cfr. Ex 12, 3-28): c�mo Dios ordena a Mois�s en Egipto, cuando quiere, de una parte someter al fara�n bajo el l�tigo, y de otra librar a Israel del l�tigo por la mano de Mois�s.
En efecto, dice: �He aqu� que tomar�s un cordero sin defecto y sin tacha y al atardecer lo inmolar�s con los hijos de Israel, y a la noche lo comer�s con prisa, y no romper�is ninguno de sus huesos. As�dice�har�s: en una sola noche lo comer�is por familias y por tribus, ce�idos vuestros lomos y los cayados en vuestras manos. Porque �sta es la pascua del Se�or, memorial eterno para los hijos de Israel. Habiendo tomado la sangre de la oveja, untad las puertas exteriores de vuestras casas colocando sobre los montantes de la entrada la se�al de la sangre para la intimidaci�n del �ngel. Porque he aqu� que Yo herir� a Egipto y en una sola noche ser� privado de hijos, desde el ganado hasta el hombre�.
Entonces Mois�s, habiendo degollado la oveja y habiendo cumplido de noche el misterio con los hijos de Israel, marc� las puertas de las casas para protecci�n del pueblo y para intimidaci�n del �ngel.

Cuando la oveja es degollada,
y la pascua es comida,
y el misterio es cumplido,
y el pueblo alegrado,
e Israel marcado,
entonces llega el �ngel para herir a Egipto.
En una sola noche castig� a Egipto,
no iniciado en el misterio,
ni part�cipe de la pascua,
ni marcado por la sangre,
ni protegido por el Esp�ritu,
sino enemigo, incr�dulo;
y en una sola noche, despu�s de herirlo, lo priv� de sus hijos (...).

Israel, en cambio, estaba protegido por la inmolaci�n del cordero,
y al mismo tiempo iluminado por la sangre vertida:
y la muerte de la oveja resultaba ser una muralla para el pueblo.

�Oh misterio sorprendente e inexplicable!
La inmolaci�n del cordero result� ser la salvaci�n de Israel,
la muerte de la oveja lleg� a ser vida del pueblo
y la sangre intimid� al �ngel.

Dime, �ngel, lo que te ha intimidado:
�la inmolaci�n del cordero, o la vida del Se�or?,
�la muerte de la oveja o la figura del Se�or?,
�la sangre del cordero o el Esp�ritu del Se�or?
Es claro que est�s intimidado
por haber visto el misterio del Se�or realizado en la oveja,
la vida del Se�or en la inmolaci�n del cordero,
la prefiguraci�n del Se�or en la muerte de la oveja.
Por esto no castigaste a Israel, sino que privaste de sus hijos s�lo a Egipto.

�Cu�l es este misterio inesperado:
que Egipto haya sido golpeado para su perdici�n
e Israel, en cambio, protegido para su salvaci�n?

O�d la din�mica del misterio.

Lo que se ha dicho y lo que ha ocurrido no es nada, amad�simos, si se separa de su simbolismo y de su proyecto. Todo lo que se realice y se diga, participa del simbolismo�la palabra, del simbolismo; el hecho, de la prefiguraci�n�para que, as� como el hecho se manifiesta por la prefiguraci�n, as� tambi�n la palabra se ilumine por el simbolismo.

Una obra no se construye sin un proyecto. �O no se ve lo que ha de ser a trav�s de la imagen que la prefigura? Por eso, el proyecto que se va a realizar se modela primero con cera, o con arcilla, o con madera, a fin de que se pueda ver lo que va a ser construido m�s alto en grandeza, m�s fuerte en resistencia, y bello de forma y rico en instalaci�n, gracias a una peque�a maqueta, destinada a perecer. Porque cuando se ha realizado aquello para lo que hab�a sido destinada la figura, entonces, lo que hasta aqu� portaba la imagen del futuro es destruido, por haberse hecho in�til, al haber cedido su imagen a una realidad verdadera. Pues aquello que en otro tiempo era de valor se deval�a una vez aparecido lo que es verdaderamente precioso.

Efectivamente, cada cosa tiene su propio tiempo: al modelo su propio tiempo, al material su propio tiempo. Haces el modelo de la obra real. Lo deseas porque ves en �l la imagen de lo que va a ser. Suministras el material para el modelo. Lo deseas por lo que se va a construir gracias a �l. Ejecutas la obra, a ella sola la deseas, a ella sola quieres, viendo en ella sola el modelo y el material y la realidad.

III. Las figuras del Antiguo Testamento, suplantadas por la realidad del Nuevo.

La salvaci�n del Se�or y la realidad fueron prefiguradas en el pueblo (jud�o),
y las prescripciones del Evangelio fueron prenunciadas por la ley.
De esta suerte, el pueblo era como el esbozo de un plan,
y la ley, la letra de una par�bola;
pero el Evangelio es la explicaci�n de la ley y su cumplimiento,
y la Iglesia el lugar donde aquello se realiza.
Lo que era figura era valioso antes de que se diera la realidad.
y la par�bola era maravillosa antes de que se diera la explicaci�n.
Es decir, el pueblo (jud�o) ten�a un valor antes de que se estableciera la Iglesia,
y la ley era maravillosa antes de que resplandeciera la luz del Evangelio.
Pero cuando surgi� la Iglesia y se present� el Evangelio,
se hizo vano lo que era figura, y su fuerza pas� a la realidad;
la ley lleg� a su cumplimiento, y traspas� su fuerza al Evangelio.
El pueblo (de Israel) perdi� su raz�n de ser, as� que se estableci� la Iglesia,
la figura fue abolida, as� que apareci� el Se�or.
Lo que antes era valioso, ha quedado ahora sin valor,
pues se ha manifestado lo que realmente era valioso por naturaleza.
Valioso era antes el sacrificio de la oveja,
pero ahora es sin valor, a causa de la vida del Se�or.
Valiosa era la muerte de la oveja,
pero ahora es sin valor, a causa de la salvaci�n del Se�or.
Valiosa era la sangre de la oveja,
pero ahora es sin valor, a causa del esp�ritu del Se�or.
Valioso era el cordero sin voz,
pero ahora es sin valor, a causa del Hijo sin mancilla.
Valioso era el templo de abajo,
pero ahora es sin valor, a causa del Cristo de arriba.
Valiosa era la Jerusal�n de abajo,
pero ahora es sin valor, a causa de la Jerusal�n de arriba.
Valiosa era aquella angosta herencia,
pero ahora es sin valor, a causa de la amplitud del don.
Porque no es en lugar alguno determinado, ni en una estrecha franja de tierra
donde se ha establecido la gloria de Dios,
sino que su don se ha derramado por todos los confines de la tierra habitada,
y en ellos ha puesto el Dios omnipotente su tienda.
Por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos. Am�n(2).

IV. El pecado del hombre.

Dios, habiendo creado al principio por el Verbo el cielo y la tierra y cuanto en ellos se contiene, model� al hombre de la tierra y comunic� a esta figura su soplo. Y coloc� al hombre en un para�so hacia el oriente, en Ed�n, para que viviera agradablemente, y le dio como ley un mandato... Pero el hombre que era por naturaleza capaz del bien y del mal, como un pedazo de tierra que puede recibir buenas y malas semillas, acogi� a un consejero hostil y codicioso, y tomando del �rbol transgredi� el mandamiento y desobedeci� a Dios. En consecuencia, fue echado a este mundo, como a una prisi�n de condenados. Despu�s de muchos a�os y de haber dejado mucha descendencia, volvi� a la tierra, a causa de haber comido del �rbol, y dej� a sus hijos esta herencia...

No la pureza, sino la lujuria;
No la inmortalidad, sino la corrupci�n;
No el honor, sino la deshonra;
No la libertad, sino la esclavitud;
No la realeza, sino la tiran�a;
No la vida, sino la muerte;
No la salvaci�n, sino la perdici�n.

Nueva y terrible fue, en efecto, la perdici�n de los hombres sobre la tierra. He aqu� lo que les aconteci�: eran arrebatados por el pecado como por un tirano, y eran llevados a los lugares de concupiscencia en los que andaban zarandeados por placeres insaciables, por el adulterio, la fornicaci�n, la impudencia, los malos deseos, la codicia, los asesinatos, el derramamiento de sangre, la tiran�a de la maldad y la tiran�a de la injusticia. Porque el padre sacaba la espada contra su hijo, y el hijo pon�a sus manos contra su padre; el imp�o golpeaba los pechos que le hab�an amamantado; el hermano mataba a su hermano; el hu�sped hacia injusticia a su hu�sped; el amigo asesinaba al amigo y el hombre degollaba al hombre con mano de tirano. Todos sobre la tierra se convirtieron, unos en asesinos, otros en fratricidas, otros en parricidas, otros en infanticidas... con esto exultaba el Pecado: siendo colaborador de la muerte, la preced�a en las almas de los hombres y preparaba para ella como alimento los cuerpos de los muertos. En toda alma imprim�a el pecado su huella, y aquellos que ten�an esta huella ten�an que morir.

Toda carne, pues, cay� bajo el pecado,
y todo cuerpo bajo la muerte,
y toda alma era arrojada de su morada carnal,
y lo que hab�a sido tomado de la tierra se disolv�a en la tierra,
y lo que hab�a sido dado por Dios era encarcelado en el Hades.
La bella armon�a quedaba disuelta,
y el bello cuerpo, deshecho.
Porque el hombre quedaba dividido bajo el poder de la muerte,
una extra�a desgracia y cautividad le rodeaban.
Era arrastrado como prisionero por las sombras de la muerte,
y la imagen del Padre yac�a abandonada.
Esta es la raz�n por la que se ha cumplido el misterio de la Pascua
en el cuerpo del Se�or (3).


V. El designio salvador en Cristo.

De antemano el Se�or hab�a preordenado sus propios padecimientos
en los patriarcas y en los profetas y en todo el pueblo,
poniendo como sello la ley y los profetas.
Porque lo que hab�a de realizarse de manera inaudita y grandiosa,
estaba preparado desde mucho tiempo,
para que cuando sucediera fuera cre�do,
habiendo sido prefigurado desde antiguo...

Antiguo y nuevo es el misterio del Se�or:
antiguo en la figura, pero nuevo en el don.
Si miras a esa figura, ver�s la realidad a lo largo de la realizaci�n.
Si quieres, pues, contemplar el misterio del Se�or has de mirar
a Abel que fue asesinado como �l,
a Isaac que fue atado como �l,
a Jos� que fue vendido como �l,
a Mois�s que fue expuesto como �l,
a David que fue perseguido como �l,
a los profetas que padecieron por Cristo como �l.

Mira tambi�n al cordero que fue degollado en la tierra de Egipto,
al que golpe� a Egipto y salv� a Israel por la sangre...

�l es el que vino de los cielos a la tierra a causa del que sufr�a,
y se revisti� de �ste mediante las entra�as de una virgen
present�ndose como hombre.
�l tom� sobre s� los sufrimientos del que sufr�a al tomar un cuerpo capaz de sufrir
y destruy� los sufrimientos de la carne,
matando, con su esp�ritu que no puede morir,
a la muerte homicida.

�l es el que nos arranc� de la esclavitud para la libertad
de las tinieblas para la luz,
de la muerte para la vida,
de la tiran�a para el reino eterno.
�I hizo de nosotros un sacerdocio nuevo,
y un pueblo elegido para siempre.
�l es la Pascua de nuestra salvaci�n

�l es el que se encarn� en una virgen,
el que fue suspendido en un madero,
el que fue enterrado en la tierra,
el que resucit� de entre los muertos,
el que fue arrebatado a las alturas de los cielos.

El es el cordero sin voz,
�l es el cordero degollado,
�l es el nacido de Mar�a, la oveja bella,
�l es el que fue tomado del reba�o
y arrastrado al matadero,
sacrificado al atardecer
y sepultado por la noche;
sobre el madero no fue quebrantado,
en la tierra no sufri� corrupci�n,
sino que resucit� de los muertos,
y resucit� al hombre de lo profundo de su sepulcro.

�ste ha sido puesto a muerte.
�D�nde? En medio de Jerusal�n.
�Por qu�?
Porque cur� a sus cojos,
porque limpi� a sus leprosos,
porque llev� a la luz a sus ciegos,
porque resucit� a sus muertos.

Por esto padeci�...

�Por qu�, Israel, has cometido esta nueva iniquidad?
Has deshonrado al que te hab�a honrado,
has despreciado al que te hab�a estimado,
has negado al que te hab�a confesado,
has rechazado al que te hab�a llamado.
has matado al que te hab�a dado la vida.
�Qu� has hecho, Israel?...

Cuando el Se�or iba a ser sacrificado, al atardecer,
t� preparaste para �l los clavos agudos y los falsos testigos,
las cuerdas, los azotes, el vinagre y la hiel,
la espada y la aflicci�n, como para un ladr�n sanguinario.
Despu�s de haber descargado los azotes sobre su cuerpo,
de haber puesto espinas en su cabeza,
ataste todav�a sus bellas manos
que te hab�an modelado a partir de la tierra
y diste hiel para beber a aquella boca hermosa
que te hab�a dado a beber la vida
y diste muerte a tu Se�or en el d�a de la Gran Festividad.
Y t� te regalabas mientras �l sufr�a hambre;
t�. beb�as vino y com�as pan,
mientras �l beb�a vinagre y hiel;
t� andabas con rostro radiante,
mientras �l estaba demacrado;
t� exultabas, mientras �l se aflig�a;
t� cantabas, mientras �l era condenado;
t� dabas �rdenes, mientras �l era clavado;
t� danzabas, mientras �l era sepultado;
t� te recostabas sobre muelle lecho,
y �l en un f�retro y en un sepulcro.

Oh Israel criminal, �por qu� has cometido esta inaudita injusticia,
arrojando a tu Se�or a sufrimientos sin nombre,
al que es tu amo,
al que te model�,
al que te cre�,
al que te honr�,
al que te llam� Israel?

T� no te has mostrado como Israel, pues no has visto a Dios,
no has reconocido al Se�or,
no has sabido, Israel, que �ste es el primog�nito de Dios,
el que fue engendrado antes que la estrella de la ma�ana,
el que hizo surgir la luz,
el que hizo brillar el d�a,
el que separ� a las tinieblas,
el que afirm� el primer borne,
el que suspendi� la tierra,
el que sec� el abismo,
el que extendi� el firmamento,
el que puso orden en el mundo,
el que dispuso los astros en el cielo,
el que hizo brillar los luminares,
el que hizo los �ngeles que est�n en el cielo,
el que fij� all� los tronos,
el que model� al hombre sobre la tierra.

�l es el que te eligi� y te condujo desde Ad�n hasta No�,
desde No� a Abraham,
desde Abraham a Isaac y a Jacob y a los patriarcas;
�l te condujo a Egipto, y te protegi� y all� te sustent�;
�l ilumin� tu camino con una columna de fuego,
y te cobij� bajo la nube,
y dividi� el mar Rojo conduci��ndote a trav�s de �l,
y dispers� a tu enemigo.
El es quien te dio el man� del cielo,
el que te dio a beber de la piedra,
el que te dio la ley en el Horeb,
el que te dio en herencia la tierra (prometida),
el que te envi� a los profetas y suscit� tus reyes

Con �l has sido imp�o,
con �l has cometido iniquidad,
a �l has dado muerte,
con �l has traficado, reclam�ndole los didracmas como precio de su cabeza. . .

Verdaderamente amarga es para ti esta fiesta de los �zimos, como est� escrito:
�Comer�is panes �zimos con hierbas amargas.�
Amargos son para ti los clavos que afilaste,
amarga para ti la lengua que aguzaste,
amargos para ti los falsos testigos que presentaste,
amargas para ti las cuerdas que preparaste,
amargos para ti los azotes que descargaste,
amargo para ti Judas, a quien pagaste,
amargo para ti Herodes, a quien obedeciste,
amargo para ti Caif�s, a quien te confiaste,
amarga para ti la hiel que proporcionaste,
amargo para ti el vinagre que cultivaste,
amargas para ti las espinas que recogiste,
amargas para ti las manos que ensangrentaste.
Has dado muerte a tu Se�or en medio de Jerusal�n... (4)

VI. Sentido de la pascua cristiana.

Pero �l, el Se�or, vestido de hombre,
habiendo sufrido por el que sufr�a,
atado por el que estaba detenido,
juzgado por el culpable,
sepultado por el que estaba enterrado,
resucit� de entre los muertos y clam� en voz alta:
�Qui�n se levantar� en juicio contra m�?
Que venga a enfrentarse conmigo.
Yo he liberado al condenado.
Yo he vivificado al que estaba muerto.
Yo he resucitado al que estaba sepultado.
�Qui�n puede contradecirme?
Yo, dice, Cristo, he destruido a la muerte,
he triunfado del enemigo,
he pisoteado el Hades,
he maniatado al fuerte,
he arrebatado al hombre a las alturas de los cielos.

Yo, dice �l, Cristo.
Venid, pues, todas las familias de hombres manchadas por los pecados.
Recibid el perd�n de los pecados.
Porque yo soy vuestro perd�n,
yo la Pascua de la salvaci�n,
yo el cordero degollado por vosotros,
yo vuestra redenci�n,
yo vuestra vida,
yo vuestra resurrecci�n,
yo vuestra luz,
yo vuestra salvaci�n,
yo vuestro rey.
Yo os llevar� a las alturas de los cielos.
Yo os mostrar� al Padre que existe desde los siglos.
Yo os resucitar� por medio de mi diestra.�

Tal es el alfa y la omega:
�l es el comienzo y el fin
�comienzo inenarrable y fin incomprensible�
�l es Cristo,
�l es el Rey,
�l es Jesus,
�l es el Estratega,
�l es el Se�or,
�l es el que resucit� de entre los muertos.
�l es el que est� sentado a la diestra del Padre.
�l lleva al Padre, y es llevado por el Padre:
A �l la gloria y el poder por los siglos. Am�n (5).


1. N�meros 4-10.
2. N�meros 11-16, 30-45.
3. N�meros 47-57.
4. N�meros 58-93.
5. N�meros 100-104.


 

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